El químico estadounidense Eric Stroud aseguró haber creado una sustancia, en realidad varias, que puede repeler a algunos de los depredadores más temibles del océano.

Stroud lleva más de diez años tratando de inventar un repelente de tiburones. En el verano de 2001, cuando trabajaba para una farmacéutica, él y su esposa se fueron de crucero a las Bermudas.

“Hacía mal tiempo y teníamos que quedarnos en el camarote. En las noticias informaban de varios ataques de tiburones. Parecía que ese verano todo el que se adentraba en las aguas de Florida era atacado por un tiburón”, recordó.

Fue entonces cuando su mujer le sugirió que dedicara su talento a crear un repelente de tiburones. Cuando volvieron a Nueva Jersey, montó varias piscinas en su sótano y las llenó con pequeños tiburones.

Observó cómo los tiburones se alimentaban, nadaban y se relacionaban.

Entonces, un día, un gran imán se cayó de su mesa de trabajo sobre una de las piscinas y notó cómo varios tiburones nodriza se alejaban.

“Esa noche, pusimos imanes en el agua y no podíamos creer cómo los tiburones nodriza se alteraban tanto y se mantenían alejados de ellos”, relata.

Stroud argumentó que al agitar un imán frente a un tiburón, esos sensores eléctricos se alteran. “Probablemente es algo que los ciega, como un rayo de luz”, dice. “Es solo temporal y les deja paralizados. Y no es agradable”.

Este anzuelo está recubierto por un metal raro. Y ha disminuido considerablemente la pesca de tiburones por error.