Fue al hablar de la evolución de los gustos en comida tanto en hombres como mujeres. Frases como los hombres “cazadores” y “la mujer nos ‘espera en la cueva’ criando a nuestros hijos” causaron el rechazo masivo en las redes sociales.

“El hombre goza más con la comida, no tiene peros al momento de ordenar. Las carnes (no solo la humana) son su debilidad. Las mujeres están preocupadas por cuidarse, cuentan las calorías y van por las ensaladas, el pesca­do, la pechuga a la plancha”, expresó.

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“Los estilos de vida y los patrones que nos impone la sociedad tienen que ver con nuestra se­lección. Pero también el cablea­do de nuestros cerebros y la car­ga hormonal. Para el hombre, la alimentación es combustible para trabajar y producir para la familia”, agregó.

En ese sentido, enfatizó que para la mujer, la alimentación debe ser “lo suficiente para no enfermarse, cumplir su rol de madre, esposa, profesional; y seguir siendo bellas para su pareja”.

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Sin embargo, este párrafo fue el que encendió las críticas en las redes sociales: “Es que finalmente no hemos cambiado en 10 mil años de homo sapiens a pesar de la sofisticación de la cultura y nues­tros avances tecnológicos. Los hombres seguimos siendo los cazadores (por ello nuestro mejor sistema de orientación) y la mujer nos ‘espera en la cueva’ criando a nuestros hijos”.

Este es el artículo completo en cuestión:

Género y comida

El cerebro de un hombre y una mujer tiene cableados distintos. No hay duda. Pero lo que tenemos que darnos cuenta es que lo mismo sucede con nuestros estómagos. Los dueños de restaurantes o ba­res lo saben muy bien.

El hombre goza más con la co­mida, no tiene peros al momento de ordenar. Las carnes (no solo la humana) son su debilidad. Las mujeres están preocupadas por cuidarse, cuentan las calorías y van por las ensaladas, el pesca­do, la pechuga a la plancha.

Para los hombres, no solo im­porta lo que comemos pero tam­bién cuánto comemos. “Bien taipá” es la consigna. Para las mujeres hay que hacer un lienzo con lechugas y betarragas que cubra la nada del plato.

Los estilos de vida y los patro­nes que nos impone la sociedad tienen que ver con nuestra se­lección. Pero también el cablea­do de nuestros cerebros y la car­ga hormonal. Para el hombre, la alimentación es combustible para trabajar y producir para la familia. Para la mujer, la ali­mentación debe ser lo suficiente para no enfermarse, cumplir su rol de madre, esposa, profesio­nal; y seguir siendo bellas para su pareja.

Es que finalmente no hemos cambiado en 10 mil años de homo sapiens a pesar de la so­fisticación de la cultura y nues­tros avances tecnológicos. Los hombres seguimos siendo los cazadores (por ello nuestro me­jor sistema de orientación) y la mujer nos “espera en la cueva” criando a nuestros hijos.

Ahora, los hombres hemos aprendido y a la carne le acom­pañamos con ensalada. También bebemos bebidas light (aunque haya aumentado exponencial­mente el cáncer al páncreas).

Un restaurante de éxito sabe que debe cambiar su carta cada trimestre (aunque nunca sacar los platos que lo hicieron cono­cido). Lo que se observa es que las frituras están de salida así como las salsas pesadas. El nue­vo testigo en la mesa, la jarrita de agua helada.

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