Este medio de transporte de pasajeros que traslada varios millones de personas es privado, está a cargo de cientos de asociaciones que agrupan a choferes y cobradores. Y a ellos se suman los choferes piratas que invaden rutas, sin autorización.
Los choferes de las combis no respetan las señales de tránsito, manejan a gran velocidad en las zonas urbanas de la ciudad, y ofrecen un servicio pésimo con asientos rotos, y pasamanos sucios, dentro de ambientes atiborrados de pasajeros, con la radio a todo volumen. Lo peor de este servicio es el maltrato de los choferes y los cobradores, que en dupla llevan personas, sorteando los carros de las calles, acelerando en los cruces peatonales, mientras llenan a más no poder sus vehículos de pasajeros.
Muchos choferes manejan las combis como si fueran bicicletas, maniobran el timón de los carros de derecha a izquierda con total imprudencia y falta de consideración contra los usuarios. La pregunta cae por su propio peso: ¿Dónde están las autoridades para controlar esto? ¿Dónde está la policía, el Ministerio de Transportes, la autoridad municipal para proteger a la persona de a pie? Esta barbaridad del transporte masivo de pasajeros nació en 1993, cuando Fujimori quitó obstáculos para la importación de vehículos usados desde el extranjero.
La informalidad y el desorden del transporte contrastan en un Perú en crecimiento económico. La combi es el signo/símbolo de la falta de desarrollo de nuestra época. Aquí los peruanos hemos aprendido a ser testigos impávidos del servicio de la combi, donde es frecuente la reincidencia contra el bienestar y el desarrollo de las personas, en el buen trato, el respeto del entorno, y la falta de sentido de ciudadanía que tienen los transportistas contra el peatón y el usuario.
Luego de la pobreza, el racismo y la corrupción, lo más indecente e impresentable en Perú es la denominada cultura combi. Hace unos días, en Lima, un policía de tránsito detuvo la combi en la que yo viajaba, en la Ruta Surco – Miraflores -Wilson, el chofer se pasó la luz roja del semáforo, y se negó a entregarle al policía su permiso de conducir. El conductor y el cobrador en vez de entrar en razón, empezaron a insultar, con lisuras de grueso calibre al uniformado. En la avenida Armendáriz, el policía ordenó a los pasajeros que abandonemos el vehículo y se quedó defendiendo su posición.
Mi sorpresa fue tremenda, pues en una combi con 12 pasajeros solamente una persona defendió la autoridad del policía, los demás se quedaron callados. Anteayer cuando pedí boleto luego de pagar mi pasaje, me entregaron un boletito por el valor de 2 nuevos soles, cuando en realidad yo pagué 1 nuevo sol. Pude notar que el cobrador no entregaba boletos y tardó mucho, rebuscando entre sus bolsillos, para conseguir el comprobante de pago.
No hay duda que tenemos un deficiente sistema de control y supervisión del transporte masivo de pasajeros, donde prima poco o nada el respeto de la persona. Cuando vi la escena del policía imponiendo la norma al chofer y al cobrador de la combi, pensé que para aplicar la ley a las combis, también conocidas como asesinas, habría que crear un sistema de policía y serenazgo integrado. Y habría que poner a dos policías en puntos estratégicos de la ciudad, un policía con el reglamento de tránsito y otro policía con una cámara de video conectada a una base operativa.
Así, al momento del control policial o de la infracción, un policía realizaría la intervención, mientras el otro agente graba la operación en video. Si los intervenidos reaccionan mal o alteran el orden público (como en la Avenida Armendáriz), el policía del video envía las imágenes a una base para que acudan más policías y detengan a los intervenidos. Con ello habría una prueba visual. Mi impresión es que si no se respeta la ley ni la autoridad, la informalidad y el potencial riesgo de accidentes y muertes que representan las combis seguirá siendo parte de la inseguridad y de la incivilidad en las ciudades peruanas.
Lima es la ciudad con el mayor número de medios de transporte de pasajeros – y algunos de esos medios tienen un contestado y escasísimo control – hay 7 vehículos que en promedio transportan a más de 8 millones de personas en combis, microbuses, moto taxis, los buses del Metropolitano, el tren eléctrico, taxis privados, y movilidades tipo colectivo. Mejorar, reducir o suspender el servicio de combis que alteran la vida de la ciudadanía bien podría ser uno de los objetivos de desarrollo por alcanzar para el bicentenario de la independencia del Perú, el año 2021.
Por: Franklin Cornejo Urbina (fcu_75@yahoo.com)
Periodista y Doctor en Comunicación
Director de la Escuela de Periodismo
Universidad Antonio Ruiz de Montoya