Jorge Flores Aráoz, destacado promotor turístico, se topó con una ingrata sorpresa. La Huaca Colorada, una de las más importantes edificaciones arqueológicas que se encuentran en el valle de Chicama, había sufrido varias afectaciones; la más aberrante: habían convertido su plaza principal en una cancha de fulbito.

Personas inescrupulosas colocaron arcos a un costado de la huaca, en una zona de superficie firme y cerrada por murallas, ideal para no levantar el polvo y para evitar que la pelota se fuera muy lejos.

Pero ese no es el único daño perpetrado a la Huaca Colorada, ubicada en la comunidad de Chiquitoy, distrito de Santiago de Cao, en la provincia de Ascope, a media hora de Trujillo. A los enormes huecos que se divisan en su estructura producto de los huaqueros, se suma la colocación de un cerco metálico que separa la huaca de una avícola, y que descaradamente coloca, en un terreno de propiedad privada, un tramo de un Camino Inca que pasa a un costado de la construcción arqueológica.

Si bien la avícola funciona en la zona desde hace más de veinte años, resulta ilegal el aumento de galpones y, por consiguiente, trazar una demarcación que afecta parte del patrimonio cultural de la región. Así indicaron los arqueólogos de la Dirección Regional de Cultura que inspeccionaron el lugar.

Fuente: El Comercio