“Hoy puedo decir que sé que me voy a quedar aquí un huevo de años por algo que no hice, y no trato de huir de esa verdad. Ya la asumí. Tengo muy claro que me voy a quedar con lo que viví hasta antes de todo esto. Tengo muy claro que todo es NO para mí.

Me he escuchado a mí misma suplicarle muchas veces al universo, a Dios y a mi mamá que me saquen de aquí, o que al menos pase ALGO, lo que sea, que no me dejen atrapada en el tiempo. He rogado y suplicado morirme y llegar a donde sea que ella esté, pero eso tampoco ha funcionado.

No me avergüenza llorar, al contrario, el llanto me parece tan básico, necesario y natural como la risa. Me da vergüenza quejarme, porque sé que hay gente que la pasa peor que yo, y porque si algo me enseñó Ma, es a ser fuerte.

Cuando hablan de “Justicia para Eva” (y que esto no desdibuje el agradecimiento enorme que siento hacia todas las personas que están pendientes de mí), ¿qué es exactamente lo que quieren decir? ¿De qué justicia hablan? ¿De salir de aquí? Justicia para Eva sería que le devuelvan a su mamá. Sería que salga de la cárcel y su mamá venga a recogerla.

¿Qué mundo me espera después de todo? ¿Qué se supone que debería hacer ahora si saliera, casi cuatro años después? ¿”Recuperar mi vida”? ¿Cuál de las cosas que he perdido o se me han quedado en el camino se puede recuperar? ¿A mi mamá? ¿Mi autoestima pulverizada? ¿La chica que era antes de haber visto todo lo que he visto aquí? ¿La posibilidad de ser una persona normal y desconocida, caminando por la calle?

Salir sería dos cosas contrarias a la vez: primero, sería como un soldado que regresa a su casa después de cuatro años. Su casa ya no es su hogar, y está lleno de magulladuras en el cuerpo y en el alma. Quizás loco también, ha visto más de lo que cualquiera debería ver y ha traspasado muchas veces el umbral del dolor físico y espiritual. En resumen, una desgracia de persona.

Segundo, sería como IR A LA GUERRA. La cárcel hasta cierto punto te “protege”. Te enseña a lidiar con muchas cosas, pero te ahorra lidiar con otras. Hay quienes dicen que, aparte de una desgracia, es unas vacaciones. Entonces salir de aquí sería como el abrupto final de unas vacaciones, pero de unas vacaciones no consentidas, y que por lo tanto han hecho que todo lo que se quedó detenido crezca como mala hierba y se deforme hasta el punto de ser un mundo diferente del que se dejó, lo cual haría que la reinsertación de mi cuerpecillo a ese jardín lleno de maleza sea nada más y nada menos que una guerra.

En resumen, salir sería ir a la guerra sin armas, sin ropa y sin nada, pero intentando confiar en las cosas que aún soy, en lo que aún no he perdido y en lo que he ido ganando… y agarrándome bien fuerte de mi papá. Sería como nacer de nuevo a los 25. Qué flojera y qué miedo (y, seis metros bajo tierra, qué ganas). (Escribe: Eva Bracamonte)”.

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