¿Alguna vez te preguntaste cómo se hacían las cirugías en hace siglos, cuando la tecnología aún no había creado el láser o los instrumentos modernos que hoy conocemos?

Sin ir muy lejos, y gracias a la historia, hoy sabemos que en el siglo XIX estos procedimientos eran casi mortales.

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A pesar de haber introducido algunos avances quirúrgicos modernos como el uso de anestésicos y ya se conocía lo que eran las infecciones provocadas por gérmenes, la cirugía era una práctica sombría a la que muchos pacientes no sobrevivían.

Tal es así que muchos pacientes se desangraban hasta morir durante la operación. Una sala de operaciones limpia tenía una tasa de mortalidad de 1 entre 10. Un quirófano sucio una tasa de mortalidad de 1 entre 4. La correlación entre asepsia y supervivencia no fue descubierta hasta mediados del siglo XIX.

Debido a la falta de anestésicos los cirujanos tenían que trabajar muy rápido. Una amputación podía durar 30 segundos y las extremidades amputadas eran colocadas en recipientes con serrín para absorber la sangre. Si el paciente presentaba una hemorragia que sangraba profusamente, era cauterizada con un hierro al rojo vivo o vertiendo aceite hirviendo sobre la herida.