Las guerras siempre han sido parte de la historia humana. Pero, ¿por qué? Tal vez por supremacía o por afán de expansionismo.

Los periodistas Annalee Newitz y Joseph Bennington-Castro han recopilado en la página io9.com varias teorías que explican el fenómeno y proponen soluciones.

El ‘macho guerrero’

Según esta hipótesis, formulada por un grupo de psicólogos evolucionistas, los hombres se convirtieron en violentos para asegurarse el acceso a los recursos y a las mujeres. Para aumentar su poder los hombres aprendieron a formar coaliciones; cuanto más poderosa era la unión, más posibilidades tenían sus miembros de transferir sus genes a las futuras generaciones.

Otra versión de esta teoría supone que los humanos heredaron la predilección por la guerra del antepasado común con los monos. La prueba de ello podría ser que los chimpancés también muestran un comportamiento agresivo cuando un grupo de machos se enfronta a otro.

La guerra como depredación

La raíz del comportamiento bélico está en el miedo de nuestros antepasados ante animales que eran depredadores más hábiles. Con la evolución los humanos aprendieron a construir instrumentos de guerra y celebraron su victoria sobre el mundo animal con brutales rituales de caza que con el correr del tiempo se convirtieron en rituales bélicos con otros humanos.

Esto explicaría por qué muchas personas no sienten inclinación natural por la guerra y por qué para convertirse en guerrero se requiere entrenamiento e iniciación.

Halcones persuasivos

Cuando surgen conflictos hay partidarios de las acciones militares (‘halcones’) y de las negociaciones (‘palomas’). Normalmente ganan los ‘halcones’ porque la gente es propensa a las ilusiones que les hacen aceptar los argumentos de los ‘halcones’, señalan el nobel de economía Daniel Kahneman y el experto Jonathan Renshon.

Una de estas ilusiones es que los que están destinados a ganar son aquellos más listos y que tienen más talento. Otra ilusión importante es la de tener el control de la situación: la gente suele exagerar la influencia que tiene sobre los cosas, aunque en realidad las consecuencias de nuestras acciones se determinen por factores que no dependen de nosotros.

Las guerras como resultado de la sobrepoblación

Esta hipótesis se basa en las ideas del economista británico Thomas Malthus, quien pensaba que los problemas sociales se deben a las fuerzas naturales. La población del planeta crece más rápidamente de lo que se desarrolla la producción de alimentos, y para equilibrar la situación la naturaleza crea hambrunas, enfermedades y guerras. No podremos evitar las guerras hasta que inventemos maneras de controlar el aumento de la población, creía Malthus.

Rebeldía juvenil

Esta teoría, formulada por el científico alemán Gunnar Heinsohn en los años 90 y desarrollada recientemente por los estadounidenses Gary Fuller y Jack A. Goldstone, supone que la violencia y las guerras se deben a la falta de posibilidades de empleo para los jóvenes.

Pensamiento de grupo

Esta idea, que combina la ‘teoría del macho guerrero’ y la ‘teoría de los halcones’, supone que en tiempos de crisis, cuando una sociedad se siente amenazada, los humanos puede fácilmente llegar a pensar en términos de ‘nosotros contra ellos’. En este caso suelen oprimirse opiniones alternativas en la sociedad para consolidarse y desarrollar un plan unánime de acciones.

Las guerras como técnica de negociación

Algunos creen que las guerras no son algo innato o aprendido, sino un instrumento político al que recurren los dirigentes cuando no tienen otras maneras de resolver una disputa.

Gestión del miedo

La integrantes de cualquier cultura necesitan creer en algo que sobrevivirá tras su muerte. La fe no permite aliviar el miedo a nuestra propia muerte. En cambio las amenazas a un país o a un grupo provocan que sus miembros deseen proteger su cultura pagando el precio de su propia muerte, porque al fin y al cabo nuestra cultura puede sobrevivir cuando no estemos.

La tecnología como motor de la agresividad

La agresión es un instinto que permite sobrevivir tanto a los humanos como a los animales. Sin embargo, en el caso de los humanos, las armas y la agresión comunal aumentan no solo nuestra capacidad de defendernos, sino también los instintos de violencia.

La guerra como fenómeno social que se puede olvidar

Esta hipótesis, propuesta por primera vez por la antropóloga Margaret Mead, supone que la guerra no es una consecuencia inevitable de nuestra naturaleza, sino una invención social de la cual uno puede desprenderse. Si la guerra es una respuesta social a nuestro entorno, poner fin a las guerras también debería ser un acto social.