Era la una de la mañana cuando el reactor número 4 de la planta nuclear de Chernóbil, en Ucrania, entonces parte de la Unión Soviética (URSS), explotó, y dejaba en la atmósfera cantidades impresionantes de radiación, convirtiéndole en el peor accidente nuclear de la historia.

Tal fue su gravedad que en la escala INES (International Nuclear Event Scale), la cual mide la gravedad de los accidentes nucleares y toma valores de 0 a 7, es el único accidente que alcanza el nivel 7, incluso por encima de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, pues se estima que la central nuclear liberó 100 veces más de radiación que dichas bombas.

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Las consecuencias se sintieron también en toda Europa e incluso, persisten en la actualidad, después de casi 30 años.

Según información de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número total de defunciones atribuidas a este accidente superan los cuatro mil.

Esta cifra comprende a los 50 agentes de servicios de emergencia que sucumbieron al síndrome de irradiación aguda y los nueve niños que murieron de cáncer de tiroides, así las 3 mil 940 defunciones por cáncer y leucemia provocados por la radiación.