Los adultos del poblado de Portuguesa, en Venezuela, están convencidos de que sus niños tienen dones especiales que les permiten conectarse con las almas de los muertos y realizar brujería, por ello los obligan a practicarlos.
Así, los menores aprenden a fumar tabaco, conversar con los espíritus y realizar rituales de magia negra. Para ser reconocidos como brujos tienen que pasar por una prueba de iniciación.
Esta práctica es criticada por muchas autoridades y sobre todo por la Iglesia, que ha pedido se anule porque daña la fe de los infantes.