Cameron Dalziel era un piloto de helicóptero sudafricano que viajaba junto a 297 personas en el vuelo MH17 de Malaysia Airlines, derribado por un misil disparado desde la región ucraniana de Donetsk, controlada por separatistas prorrusos.

Además del dolor irreparable causado por una pérdida tan absurda e injustificable, su viuda y sus dos hijos deben soportar el ultraje que supone la profanación de sus restos.

Los insurgentes arribaron antes que nadie al lugar en el que cayó la aeronave. Las imágenes difundidas por internet los mostraban revolviendo entre las pertenencias de los difuntos. Tomando relojes, billeteras y hasta anillos de oro.

El testimonio de Reine Dalziel, que denunció que utilizaron la tarjeta de crédito de su marido en Ucrania, reveló hasta qué punto los militantes consideran esas pertenencias como un botín de guerra.

Otros familiares de víctimas contaron que los rebeldes están usando los teléfonos celulares que sobrevivieron a la tragedia, lo que evidencia un accionar generalizado.

Estas versiones fueron confirmadas por las autoridades ucranianas. Una orden supuestamente firmada por el comandante Igor Strelkov, líder de los insurgentes prorrusos, avala la sospecha de que los bienes recuperados fueron tomados como botín.

El documento, cuya veracidad no ha podido ser corroborada aún, establece que “las joyas, los relojes y otros objetos valiosos” debían ser entregados al “fondo de defensa” de la autoproclamada República Popular de Donetsk.

Otra de las sospechas directamente vinculadas con estos sucesos es que los insurgentes, principales sospechosos de haber derribado el avión con un misil SA-11, manipularon los restos para ocultar evidencias potencialmente incriminatorias.

Fuente: Infobae.com