El legendario combatiente había ingresado al hospital el 6 de enero, como consecuencia de una insuficiencia cardíaca que terminó causándole la muerte. Había regresado a su país desde Brasil en 1984 porque deseaba morir en su tierra.

Onoda, un exoficial de inteligencia, continuó luchando durante décadas en la isla filipina de Lubang, a donde había sido enviado en 1944 para librar una guerra de guerrilla contra Estados Unidos, a pesar de que la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial ya se había producido.

Después de su implantación en la selva, nadie pudo convencerlo de que el Ejército Imperial habia sido derrotado. Onoda salió con vida, junto a tres compañeros, de bombardeos y ataques de las tropas estadounidenses y de sus aliados.

Al tanto de la derrota de Japón, uno de los soldados dejó el grupo en 1949 y se entregó voluntariamente. La diplomacia japonesa le informó de lo que había pasado, pero él decidió comenzar a moverse en la recuperación de sobrevivientes.

Tiempo después, sus dos compañeros murieron tras enfrentamientos con los habitantes de la isla, dejando solo a Onoda, quien puso fin a su guerra personal tras la intervención de su excomandante, quien le ordenó deponer las armas tras ser detenido en marzo de 1974.

Onoda fue recibido con todos los honores por el presidente filipino Ferdinand Marcos y su esposa Imelda. Al regresar a Japón también fue condecorado, pero en 1975 decidió trasladarse a Brasil, donde se casó y tuvo una plantación exitosa.

Fuente: Infobae.com