El fotógrafo sueco Magnus Wennman ha documentado las vidas de niños sirios que tuvieron que abandonar sus casas y buscar refugio a causa de la guerra civil en Siria, que ya dura cuatro años.

Según datos oficiales del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, casi cuatro millones de refugiados sirios se han registrado en sus campamentos en varios países. De todos ellos, más del 50% son menores de 18 años.

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En 2015 la agencia intenta recaudar 4.500 millones de dólares para ayudar a los refugiados, pero hasta ahora ha reunido menos del 20% de esta suma. Sobre este problema busca llamar la atención con su trabajo Magnus Wennman, que trata de influir en los políticos para que piensen más en las víctimas de la guerra.

Rahma, de 10 años estudiaba en un colegio especial para niños con discapacidad visual. Cuando empezó la guerra sus padres tuvieron que huir de la ciudad de Daraa, cerca de la frontera con Jordania, y buscar asilo en un campo de refugiados. La niña, que sufrió una operación infructuosa y perdió completamente la vista, vive ahora entre otros refugiados y no puede salir a ningún lado. “Simplemente estoy aquí sentada en la tienda”, se lamenta.

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Jinan es uno de los 2 millones de menores que viven en el campo de refugiados a lo largo de frontera siria. Se encuentra en el campo Azraq, en Jordania, hace trabajos domésticos, como llevar agua de un pozo, y no sabe cuántos años tiene.

Shiar, de 10 años, tiene su cuerpo recubierto de cicatrices y solo conserva tres dedos. Esta mutilación se la causó la explosión de un artefacto improvisado tirado en el suelo que el niño tocó una noche cuando cruzaba la frontera cerca de la ciudad de Kobani.

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Maram, de 8 años, es una de las pocas niñas sirias que se encuentra en Jordania, no como refugiada, sino como paciente en un hospital en Amán. La niña sufrió graves daños cerebrales después de que una bomba explotara cerca su casa, y una parte del techo se le cayera encima.

Walaa, que tiene 5 años, vivía en la ciudad de Alepo. Ahora, en el campamento de refugiados, llora cada noche, pues le abordan pesadillas reales y soñadas de bombardeos. Por el día su madre le hace casitas con almohadas para enseñarle que no hay que tenerles miedo.

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Ahmed, de 8 años, nació ciego. Pese a ello le gusta jugar con otros niños en el campamento de refugiados, aunque no se atreve a alejarse mucho de su tienda. Nunca pudo estudiar en un colegio y sueña con poder hacerlo.

Ralia, de 7 años, y su hermano Rahaf, de 13, ya llevan un año viviendo con su padre en Beirut. Su madre y su otro hermano murieron por la explosión de una granada en Damasco, la capital de Siria. Cuando Rahaf confiesa que tiene miedo a “los chicos malos”, su pequeña hermana se pone a llorar.

Fuente: Actualidad RT