Tea Turalija vivió en Bosnia Herzegovina rodeada de mujeres tatuadas. Una de ellas era su abuela. Cuando creció, descubrió que las ancianas que la rodeaban pertenecían a la última generación de una secta cristiana secreta que se desarrolló cuando Bosnia fue ocupada por el imperio otomano.

Los miembros de esa secta se identificaban tatuándose las manos y los brazos usando una tinta elaborada, en parte, con leche materna.

La secta dejó de existir cuando, poco después de la Segunda Guerra Mundial, la Yugoslavia comunista decidió que la religión no debía existir, pero ahora que todo eso terminó, Tea busca revivir esa costumbre.

Ella tomó esa decisión mientras se encontraba de vacaciones en Australia, en donde conoció a varios isleños que mantenían su propia tradición tribal cubriendo cada centímetro de su piel con tinta.

Sin embargo, los símbolos de las abuelas de Bosnia aún tienen que ser aceptados en San Petersburgo.

Las comunidades católicas de Bosnia fueron usadas por los turcos durante el reinado otomano, y la mayoría de católicos fueron obligados a convertirse al Islam. Violaron a chicas, se llevaron a niños como esclavos a Turquía y los jefes turcos tenían derecho a dormir con las mujeres cristianas la noche de su boda, incluso antes de que su marido pudiera.

Ante las violaciones, las mujeres empezaron a tatuarse las manos, los dedos, los pechos y la frente con cruces y otros motivos clásicos. Creían que realizar esas prácticas crearía una protección espiritual que alejaría a los turcos o que la gente sabría que fueron católicas antes de que las obligaran a convertirse.

La secta sobrevivió a los otomanos, pero luego tuvieron que lidiar con otro problema: las autoridades comunistas, que amenazaban y trataban como criminales a esas mujeres. Normalmente perdían sus trabajos debido a su afiliación religiosa. Finalmente, ellas dejaron de tatuar a sus hijos por temor y la práctica se extinguió aproximadamente durante los años 50.

Tea contó que tatuar era necesario durante la ocupación turca de Bosnia Herzegovina para evitar que secuestraran a los niños. A muchos les tatuaron sus nombres o sus iniciales en la piel para evitar que les robaran la identidad.

Tea aún no está tatuada, pero le gustaría estarlo algún día. Además, quisiera que tatuaran con leche materna a sus hijos si es que llega a tenerlos, aunque reconoce que el único problema que tendrían sería conseguir a un artista de tatuajes moderno, de acuerdo a .

“Me gustaría algún día, pero sólo usando tatuajes de mi gente, porque son parte de nuestra identidad y tienen un significado que ningún otro tatuaje podría tener para mí. Si algún día tengo hijos, les daré estos tatuajes para protegerlos, para que sepan quiénes son. Me gustaría que les tatuaran con leche materna, como siempre se ha hecho”, contó.

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