La dura vida de una niña rusa con padres adictos a las drogas y el alcohol despertó la indignación en ese país en el 2008, año en que fueron expuestas en una galería.

Irina Popova, fotógrafa y encargada de dicha sesión, explicó que viajó a San Petesburgo con la idea de fotografiar “los sentimientos”. Ahí se encontró con Lilya y Pasha, una pareja de drogadictos que tenían un hija.

Ella decidió fotografiarlos, ellos aceptaron; pero no supo prever lo que las imágenes traerían consigo: críticas, investigaciones policiales y una familia separada.

Tras varios años de crítica, Popova explicó que en el 2012 pudo reencontrarse con los personajes de su obra: Lilya, había superado su adicción tras el escándalo pero abandonó a su familia. Pasha trabajaba como electricista y vivía junto a su pequeña y su nueva pareja.