Esta vez el presidente estadounidense, Barack Obama, no pretende cambiar el gobierno de Bagdad. Tampoco se busca el rastro de armas de destrucción masiva, sino proteger sus intereses en el Kurdistán iraquí, así como a las minorías religiosas amenazadas por el Estado Islámico (EI), antes EIIL.

En la ciudad de Erbil, capital del Kurdistán iraquí, Washington tiene replegados un equipo de asesores militares y diplomáticos, atrincherados bajo la custodia de los peshmergas (fuerzas kurdas). Desde la ofensiva yihadista lanzada en enero, los kurdos habían podido defender sus intereses, incluso haciéndose con algunos de los principales yacimientos petroleros de Irak.

Pero desde que el EI tomara la ciudad cristiana de Qaraqosh y la mayor presa irakí, en Mosul, permitiéndose así controlar el aprovisionamiento de agua y electricidad, Erbil siente muy cerca la presencia rebelde.

Qaraqosh, con una población de 50 mil cristianos y vigilada por los kurdos, está ahora bajo control de los de la sharía y, lo que es peor, el ejército kurdo ha perdido la confianza de antaño para afrontar la amenaza radical.

El miedo también se siente entre los cristianos, marcados con la «N» árabe, N de Nazareno, en la puerta de los hogares. El número de habitantes que profesan el cristianismo ha caído en los últimos años del millón y medio en 2003 hasta los aproximadamente 400.000 que viven en la actualidad en el país.

Por su parte, los herméticos yasidíes, en torno a 500 mil, han sufrido el exterminio de los yihadistas, por su presunta adoración del diablo. Esta y otras minorías étnicas y religiosas, que principalmente habitan en la región del Nínive con capital en Mosul, representan otro de los objetivos de los bombardeos estadounidenses.

En apenas unos meses, el Estado Islámico se ha convertido en la mayor amenaza para la integridad de Irak desde la caída de Sadam Husein. Ha conseguido que Obama inicie su primera acción bélica en el país, tras retirar las tropas estadounidenses en 2011.

Fuente: abc.es