El carácter visionario de Julio Verne ha tenido tal reflejo en la ciencia moderna que, en homenaje al escritor francés, un cráter situado en la cara oculta de la Luna fue bautizado con su nombre. Sin embargo, muy poca gente sabe que uno de sus personajes más famosos da nombre también a un curioso enclave geográfico de la Tierra.
Se trata, tal y como descubre el blog de Javier Coria, del Punto Nemo, el enclave más alejado de cualquier masa de tierra que existe en todo el planeta, lo que probablemente lo convierte en el lugar más solitario de todo el mundo. De hecho, la costa más cercana está a 2.688 kilómetros de distancia.
Este lugar se encuentra en el océano Pacífico Sur y está situado al sur de la isla Ducie, al suroeste de la isla Maher y al norte de la Antártida. Al parecer, este remoto punto debe su nombre al cartógrafo y geodesta de origen croata Hrvoje Lukatela, que descubrió una de esas misteriosas casualidades que rodean a Julio Verne.
En su novela “La isla misteriosa”, Verne situó la imaginaria isla de Lincoln, que inspira el título de esta obra, muy cerca de las coordenadas en las que Lukatela determinó que se encontraba el Punto Nemo en 1992, por lo que decidió bautizarlo con el nombre del capitán del Nautilus.
La misteriosa relación entre Verne y el Punto Nemo no acaba en esta casualidad. En el verano de 1997, uno de los micrófonos submarino que la marina estadounidense había desplegado por el Pacífico durante la Guerra Fría para tratar de detectar los submarinos soviéticos captó un extraño sonido justo en este lugar.
Durante varios días, todos los micrófonos de la zona captaron un potente sonido de muy baja frecuencia de origen desconocido, que fue bautizado con el nombre de “Bloop”.
La comunidad científica llegó a la conclusión de que su origen más lógico estaba en las vibraciones producidas por el resquebrajamiento de grandes icebergs, aunque algunos investigadores insinuaron que podría haber sido producido por ballenas azules o, incluso, por un calamar gigante como aquél que no dudó en atacar el Nautilus durante sus 20.000 leguas de viaje submarino.
Fuente: ABC