Los principales protagonistas que aún quedan vivos de la serie ‘El Patrón del Mal’ se encuentran muy alejados de esa vida de peligro y de permanente fuga que muestra la televisión.

Hoy, la esposa y los dos hijos del colombiano Pablo Escobar, el mayor narcotraficante de la historia, viven en la localidad de Tigre, una zona de quintas ubicada a 30 kilómetros de Buenos Aires.

Pero la familia Marroquín, que cambió su apellido en Argentina, no quiere saber nada de la serie que recuerda la vida del “capo” colombiano. “Es un mal mensaje para los jóvenes porque les dicen que ser un mafioso malo es lo mejor que puede pasarles en la vida”, señaló Juan Sebastián Marroquín, hijo mayor de Escobar, que logró un título de diseñador industrial en una escuela técnica privada y el de arquitecto en la Universidad de Palermo.

Pero antes de todos esos logros, hubo una huida y una búsqueda de refugio. También hubo un cambio de identidad: la ley colombiana permite a los nacidos en ese país cambiar su nombre.

Juan Pablo se bautizó Juan Sebastián. María Victoria Henao, su madre, se llamó María Isabel. Su hermana Manuela se pasó a llamar Juana. Andrea Ochoa, la mexicana que era su novia y luego se convirtió en su esposa, también se cambió el nombre y pasó a llamarse María Angeles Sarmiento.

Han pasado casi dos décadas del escape de Colombia. La historia hoy es distinta. Juan Sebastián buscó despegarse de la historia de violencia que sembró su padre. Lo hizo después de permanecer oculto durante años, en 2010, cuando se estrenó el documental “Pecados de mi padre”, dirigido por el argentino Nicolás Entel.

La idea de trabajar en la industria textil le empezó a rondar en la cabeza hace poco más de siete años. Sin embargo, recién en 2011 se animó a concretar el proyecto cuando convocó a un filósofo, un publicista, un diseñador gráfico y dos diseñadores de moda para crear el concepto que hoy le permite llevar a cabo este negocio.

La identidad de la marca es un escudo que la familia utilizaba en su vajilla y ropa de la casa, cuando aún vivían en Medellín: son las iniciales de los apellidos de su padre y de su madre, una E y una H entrelazadas.

En su entorno aseguran que en la moda encontró un vehículo de comunicación. En esa oficina María Angeles pudo colgar sus cuadros, en Buenos Aires, la esposa de Sebastián encontró el gusto por la pintura y a eso se dedica. Sebastián fundó su propio estudio de arquitectura apenas se recibió. Se llama BOX y tiene el lema: “Sin fronteras no hay enfrentados”.

Juana también vivió el peso de su apellido paterno cuando la echaron de varias escuelas. Hoy estudia la carrera de Relaciones Públicas en la Universidad de Palermo.

María Isabel se dedica desde hace algunos años a la decoración de interiores y al coaching. Se asoció con su hijo con Nexo Urbano, un empresa que se dedica a la localización de espacios libres para levantar inmuebles.

En la actualidad busca inversores para construir un edificio en Puerto Madero, diseñado por ella misma. Hace poco menos de dos años, Sebastián y María Angeles se convirtieron en padres. Pero del nieto de Escobar Gaviria no se sabe nada.

Fuente: La Tercera