Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Lituania es el país que tiene la tasa de suicidios más alta del mundo, considerando la población masculina (los varones se matan en una proporción muy superior a las mujeres en todos los países). El promedio es de 61,3 cada 100.000 habitantes.

En segundo lugar aparece Rusia con 53,9; y tercero, Bielorrusia con 48,7. Un poco más abajo, Kazajistán con 43, Hungría y Letonia con 40, y Ucrania con 37,8. Así, siete de los primeros diez pertenecen a Europa del Este. Completan la decena tres asiáticos: Corea del Sur, Japón y Sri Lanka.

Muy lejos de esa realidad están las naciones latinoamericanas, que promedian 10,3. A excepción de Uruguay, Cuba y Chile, que tienen tasas similares a las europeas (de 26, 19 y 18 respectivamente), el resto está por debajo de los 13 suicidios.

Los casos extremos son Paraguay, que tiene 5,1; República Dominicana, con 3,9; y Perú, con 1,9.

Vivir en un mundo cada vez más individualista

“La cohesión social ha ido disminuyendo en Europa a lo largo de las últimas décadas. Hemos entrado a un modelo social muy individualista, donde cada sujeto busca prosperar por su cuenta y donde, si acude a otros, es para prosperar más, pero no solidariamente”, explica el psiquiatra y psicoanalista Josep Moya, coordinador del Observatorio de Salud Mental de Cataluña, en diálogo con la agencia Infobae.

Una de las expresiones más importantes de la nueva modernidad que atraviesa gran parte del mundo occidental es el declive de la familia, que ya no tiene un lugar tan omnipresente en la vida de las personas. Un buen soporte familiar o, en su defecto, social, permiten que los individuos se sientan contenidos, y tengan en qué apoyarse en los momentos de inestabilidad emocional.

“Alguien que atraviesa por una situación muy difícil con un cuadro melancólico, si no tiene un buen soporte sociofamiliar enfrenta un riesgo mayor de pasar al acto suicida. Por ejemplo, en los casos de suicidio asociados al acoso laboral, suelen producirse en personas que se sienten solas y que ven a todo su entorno en contra suya”.

Pero en Europa esto parece ser cada vez menos frecuente, por el debilitamiento de los vínculos familiares y afectivos. “Vemos muchas personas que viven en absoluta soledad y que cuando se encuentran ante problemas económicos o de salud, sus conocidos les viran la espalda. Los vínculos están actualmente muy condicionados por la palabra éxito, hay que gozar, producir y tener, y si uno no puede queda excluido”.