El S.S. Ventnor se hundió hace 112 años al norte de la costa de Nueva Zelanda con una carga inusual: los cuerpos de 499 mineros chinos, algunos en ataúdes de madera y otros en cofres de zinc.

Habían ido a la isla de Oceanía para probar suerte buscando oro y pagando como adelanto el viaje de vuelta, sin considerar si lo hacían vivos o muertos.

Ellos eran parte de la inmigración china que a partir de 1860 llegó a Nueva Zelanda atraída por la fiebre del oro. Buscaban hacer fortuna para luego regresar junto a sus familias. Aunque la mayoría murieron en la pobreza, era costumbre asegurarse que retornarían a China en cualquier circunstancia.

Los 499 cadáveres que llevaba a bordo habían sido exhumados, algunos después de 20 años de estar enterrados en Nueva Zelanda, y prolijamente preparados para el viaje. Según describió el North Otago Times, los cráneos fueron lavados por un chino que “mientras tanto fumaba cigarrillos con toda tranquilidad, desechando todos los tejidos que aun permanecían adheridos con un cepillo exfoliante”.

La preparación tomó años. Finalmente, era hora de regresar a su tierra. Pero un obstáculo se interpuso en el camino: las rocas de la costa de Taranaki abrieron un boquete en el casco del barco y el agua hizo el resto. Se hundió con toda su carga, más el capitán y 12 miembros de la tripulación. Los demás se salvaron usando los salvavidas disponibles.

Algunos cadáveres salieron flotando de las bodegas del barco y quedaron a la deriva hasta llegar a la costa. Los maoríes que los encontraron les dieron sepultura.

Fuente: Infobae.com