Fue así que Lisa Reed se habituó a vivir en la oscuridad. Con la ayuda de un bastón y de un perro lazarillo, aprendió a desarrollar su vida como muchas otras personas que padecen de ceguera.

Así transcurrieron 13 años. Hasta que una noche todo cambió. El 15 de noviembre del 2000, como hacía habitualmente antes de irse a dormir, Lisa buscó a Ami, su perra, para desearle buenas noches. La halló acostada debajo de una mesa, así que se agachó y la besó.

Pero al levantarse perdió la referencia del espacio por un momento y se golpeó fuertemente la cabeza. Tras dar algunos quejidos de dolor y frotarse con la mano, se fue a acostar a su cama.

A la mañana siguiente, se levantó y notó que había algo diferente. Después de algunos segundos de desconcierto, se dio cuenta de qué era: había recuperado parcialmente la visión.

“Nadie sabe qué pasó, ni puede explicarlo”, contó el Daily Mail Australia.

“Realmente no puedo describir lo que sentí. Fue fantástico, maravilloso. No se puede imaginar lo que significa no poder ver y luego, de repente, poder. Es un regalo ver al mundo nuevamente”, agregó.

Fuente: Infobae

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