Millones de rosas siguen un largo y cuidadoso camino contrarreloj por tierra y aire desde su cultivo, en los Andes de , hasta las manos de los enamorados que las recibirán como regalo el Día de en .

Esta larga travesía comienza en la sabana de Bogotá, un altiplano del norte de la capital y a unos 2.640 metros sobre el nivel del mar, donde decenas de productores cultivan en invernaderos hasta 250 variedades de rosas de infinitas gamas cromáticas.

Las rojas son las preferidas en San Valentín, por eso en los campos de cultivo que rodean Bogotá se duplica su producción por estas fechas.

“En esta finca, aproximadamente durante las tres semanas de San Valentín (las dos últimas de enero y la primera de febrero) se sacan aproximadamente 16 millones de tallos de rosa”, explica a Efe René Romero, jefe de producción de una de esas empresas, Flores Ipanema.

Y es que durante la temporada de San Valentín, Colombia exporta unos 500 millones de flores, principalmente a Estados Unidos, lo que representa el 12 % de las ventas anuales del sector, según la Asociación Colombia de Exportadores de Flores (Asocolflores).

El significado de regalar una rosa el 14 de febrero, Día del Amor y la Amistad, contrasta con la batalla contra el crono que emprenden los cultivadores y transportistas por alargar la vida de ese símbolo universal ya que desde el momento en el que se hace el corte “empieza el proceso de muerte de la flor”, asegura Romero.

Por tanto, si desde la siembra hasta que florece la primera rosa se necesitan unas 27 semanas, el envío al cliente final no puede demorarse más de cinco u ocho días, el cual incluye un vuelo de miles kilómetros.

Para evitar su deterioro se lleva a cabo un proceso de hidratación e hibernación después de la cosecha en el que la rosa se duerme de frío, pues pasa de un promedio de 18 grados en el invernadero a un cuarto gélido con entre 0,5 y 3 grados.

“Cuando se baja la temperatura se frena el metabolismo de la flor, queda como frenadita y así como la cortaron se va a mantener”, detalla Mónica Moreno, encargada de poscosecha y calidad de Ipanema.

La cadena de frío se mantiene durante toda la travesía, incluidas las bodegas del aeropuerto El Dorado de Bogotá y el interior del avión, hasta que llega a las floristerías, la mayoría ubicadas en Estados Unidos y una pequeña parte (3%) en España.

En el proceso es necesario despertar a estas “bellas durmientes” durante unos minutos para clasificarlas, hacer los ramos, ponerles el capuchón y empacarlas en una maratoniana y frenética cadena de montaje compuesta por doce cintas transportadoras, una para cada color de rosa, y en la que cada tallo pasa por una docena de manos.

Al día siguiente, toneladas de rosas en cajas de cartón salen rumbo a la terminal de carga del aeropuerto internacional El Dorado, donde “probablemente las flores representen cerca del 90% de todo lo que se saca del país por vía aérea” en estas fechas.

Así lo asegura Pablo Canales, director ejecutivo de LAN Cargo Colombia, al afirmar que la aerolínea pasa de “estar moviendo cerca de 400 toneladas de flores semanales desde Bogotá a Miami, a más mil toneladas” en San Valentín.

En la terminal también se asegura que la cadena de frío no se rompa, lo que exige un transporte a bajas temperaturas para alargar la muerte lenta e inevitable de los pétalos de rosa, indica Canales.

Una vez cargadas en aviones Boeing 777, a las rosas les espera un vuelo de miles de kilómetros para finalmente lucir turgentes para los enamorados el próximo 14 de febrero.

Fuente: EFE