“Felicidades por la liberación de Kobani a la humanidad, el Kurdistán y el pueblo de Kobani”, anunció en un tuit el portavoz Polat Can, de las Unidades de Protección del Pueblo, milicias kurdo sirias.

Con este logro de las fuerzas kurdas se pone fin a un asedio iniciado el pasado 16 de septiembre por los yihadistas contra uno de los principales enclaves kurdos de Siria, situado en la provincia septentrional de Alepo y fronterizo con Turquía.

Durante las primeras semanas, el avance del EI fue rápido e incluso llegó a dominar más de la mitad de la superficie de la localidad, pero este progreso fue frenado con la llegada de refuerzos “peshmergas”, fuerzas del Kurdistán de Irak que acudieron en ayuda de las milicias kurdo sirias.

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Después de Kobani resulta complicado vislumbrar hacia dónde dirigirán los radicales sus esfuerzos. Los extremistas comenzaron la ofensiva contra esta urbe al poco de que Washington anunciara que iba a iniciar los bombardeos contra el EI en territorio sirio.

Días antes del lanzamiento de los ataques aéreos, los yihadistas evacuaron sus bases y cuarteles principales en las provincias de Al Raqa, su bastión principal en Siria, y Deir al Zur y trasladaron gran parte de sus combatientes a Kobani.

Su ubicación convertía a Kobani en una presa a priori fácil para los extremistas porque está prácticamente rodeada por territorio en manos del EI que, de hecho, la ha mantenido completamente cercada durante todo este tiempo, excepto por el norte, donde limita con Turquía.

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Según cifras difundidas por el Observatorio hace diez días, al menos 1.607 personas han fallecido, la mayoría miembros del EI (1.091), durante la ofensiva de los radicales al enclave kurdo sirio.