Lo último que recuerda el joven keniata Paul Mutora antes de despertarse en una morgue de Nairobi rodeado de cadáveres fue que estaba bebiendo, dos días antes, una cantidad mortal de insecticida para quitarse la vida.

Lo que pasó entre el miércoles de la semana pasada que lo hallaron en su residencia, lo declararon muerto en el hospital de Naivasha y el jueves que despertó de nuevo es un total misterio.

“Lo que pudo haber ocurrido es que el insecticida bajó los niveles de pulsaciones del corazón y no las detectamos, por eso lo declaramos muerto”, citó el diario Star al médico Joseph Mburu, jefe del Hospital Naivasha.

Después de declararse la muerte se realizó el procedimiento legal: se le informó a la familia y el cuerpo “sin vida” de Mutora fue trasladado a la morgue.

Aun afectado por la noticia del suicidio de su hijo, el padre debió realizar un último procedimiento en el tanatorio: reconocerlo. Acompañado por otros familiares, lo vio extendido sobre una camilla de aluminio. Después regresó a casa para empezar con los arreglos funerarios.

“Cuando ingresamos al lugar vimos que el cuerpo de Mutora se movía y que él respiraba. Comenzamos a gritar del pánico”, relató uno de los testigos. De inmediato lo llevaron a la puerta del hospital, lo dejaron allí y huyeron.

“Nosotros habíamos estado en la mañana, lo habíamos visto. De repente nos dijeron que estaba vivo. Estamos conmocionados”, relató el padre.

Fotografías tomadas por varios diarios muestran al joven resucitado recuperándose en uno de los cuartos del hospital.

“Lo primero que haré es pedirle disculpas a mi padre por hacerlo pasar por esto”, fue la única declaración del joven a los medios.