Acorde a la máxima de Buda o Heráclito, que alude a la impermanencia, la naturaleza es un engranaje en perpetuo movimiento: Los ciclos meteorológicos, las corrientes marinas, la erosión, la sublimación, son solo algunos de los ingredientes involucrados en esta eterna danza de formación, destrucción y re-configuración.

En sintonía con esta cambiante estructura, una minúscula isla ubicada a unos mil kilómetros al sur de Tokio, triplicó su tamaño tras la erupción del volcán ubicado sobre ella.

Originalmente el islote tenía un diámetro de 182 metros, y ahora, luego de poco más de un mes del derrame de la lava, ha crecido hasta alcanzar una superficie de casi cinco hectáreas y media.

El proceso fue captado en fotografías, las cuales nos evidencian la transformación de esta pequeña porción de Tierra. Un recordatorio más que jamás habrá espectáculo más impresionante que el protagonizado por la naturaleza.

Fuente: Pijamasurf.com