La maestra de escuela primaria Jordanna Booth pesaba casi 115 kilos, enseñaba en un tercer grado cuando oyó a un niño de ocho años, hacer una observación impertinente a un compañerito.

“Había llegado a esa escuela porque había conseguido un puesto de trabajo sólo tres días antes. Uno de los niños pequeños a los que enseñaba le susurró a uno de sus compañeros. ’Qué gorda es la señorita Booth’. Toda la clase escuchó y se rió. Sabía que tenía que haberlo castigado por ser grosero, pero a pesar de mí misma, estaba demasiado avergonzada”, contó.

“Estaba absolutamente mortificada. Pensé: ’Estoy tan gorda, incluso los niños se reían de mí’.”

El episodio, que ocurrió durante un período de prácticas de formación docente en la escuela primaria de Saint Vicent De Paul, en Liverpool, Inglaterra, lanzó a la señorita Booth a un programa intensivo de pérdida de peso de 18 meses, el cual la llevó a dejar las papas fritas y la comida para llevar que habitualmente consumía y cambiarlas por alternativas más saludables.

Ella apoyó su búsqueda de una figura más delgada en su novio personal trainer, Sam Bullows, de 28 años. “Sam me decía que no le importaba mi tamaño, pero yo me sentía enorme y repugnante. El comentario del alumno me estimuló a la acción”, narró.

Decidida a recuperar el control de su vida, se unió a una clase de adelgazamiento en enero de 2011 y aprendió a hacer platos sencillos y saludables. “De inmediato me di cuenta de lo mala que era mi dieta. No me extraña que haya engordado con toda la comida chatarra que estaba comiendo”.

A mediados de 2012, celebró el hecho de que había llegado a su peso ideal de 57 kilos.

Fuente: Contextotucuman.com/Dailymail.co.uk