Hace poco más de un mes y medio, Hugo Chávez designó a Nicolás Maduro como su heredero político en Venezuela y pidió el voto para él en caso de que se deban celebrar nuevas elecciones.
Ahora, después de su fallecimiento, todavía no está resuelto quién tomará, en América Latina, la batuta del tan promocionado Socialismo del Siglo XXI. Hace años que el chavismo cruzó las fronteras venezolanas y se estableció como la ideología de los llamados gobiernos progresistas de la región.
Facilitado por un momento histórico, su fórmula de populismo caló bien en otros gobernantes, muchos de los cuales se habían convertido en una especie de séquito del bolivariano, que había logrado, como líder regional, eclipsar incluso a Fidel Castro.
¿Quién, entonces, se calzará los zapatos del “comandante revolucionario” y dirigirá a la región hacia el nuevo socialismo? ¿Será Evo Morales, Cristina Kirchner? ¿O acaso el presidente de Ecuador, Rafael Correa, como tantos creen? ¿Quién de todos ellos puede darle a América Latina lo que Chávez?
La herencia es compleja. Las coincidencias de los tres aspirantes con el mandatario venezolano son obvias: un fuerte control del Estado sobre la economía a fuerza nacionalizaciones y el rechazo a la iniciativa privada; un discurso de confrontación con otros estamentos de la vida republicana y con la oposición; y las políticas de asistencia social.
Pero la extrapolación del chavismo en América Latina no se hizo sólo de la mano de una ideología. El apoyo económico, los petrodólares que salieron del bolsillo de Venezuela, facilitó a Chávez extender su red y profundizar sus amistades.
Según la oposición venezolana, cada año unos 7.000 millones de dólares dejan las arcas del país para llegar a las de otras naciones amigas. “A Uruguay se le dieron 20 millones de dólares para un hospital; ambulancias a Bolivia; equipos para personas con discapacidad a Ecuador; plantas eléctricas a Nicaragua por valor de 223 millones de dólares”, enumeró el excandidato presidencial Henrique Capriles en una entrevista.
Ni Correa, ni Morales, ni Kirchner pueden reemplazar el caudal de la ayuda venezolana. Y, en todo caso, ¿estará alguno de ellos dispuesto a convertirse en un benefactor económico en nombre de la revolución?
Fuente: Infobae