Ninguno de los retratos de Maximilien de Robespierre realizados en vida y menos aún tras su muerte en 1794 muestra con realismo al hombre que instauró el régimen del Terror durante la Revolución Francesa, según la reconstrucción facial realizada por el especialista francés Philippe Froesch con la ayuda del patólogo Philippe Charlier.

“En la iconografía oficial no se ven las más de cien cicatrices de viruela que tenía su rostro”, señala a ABC Philippe Froesch, famoso por la reconstrucción facial de Enrique IV. “Robespierre era un hombre peligroso y se ve que los pintores de la época tomaron sus precauciones”, añade.

La “instantánea congelada del hombre en sus últimas horas” realizada por los especialistas de Virtualforensic muestra el rostro de una persona cansada, con marcadas ojeras y de tez pálida, picado por la viruela que, según apunta Froesch, padeció probablemente en su niñez.

Las huellas de la enfermedad quedaron marcadas en el molde de yeso de Robespierre que realizó justo después de su decapitación Madame Tussauds, cuando todavía era soltera y se llamaba Anne-Marie Grosholtz. La copia conservada en el Museo de Historia Natural de Aix en Provence de esta máscara, cuyo original se exhibe en la Cámara de los Horrores del museo de cera londinense, ha servido a Froesch para esta reconstrucción en 3D.

“Madame Tussauds realizó la máscara del rostro post mortem, tumbado y con los ojos cerrados, tras haber sido decapitado el 10 de Termidor” del calendario revolucionario (28 de julio de 1794), relata el experto, que explica cómo hubo que corregir la posición de los ojos para mostrarlos tal y como estarían abiertos en posición vertical.

No se disparó a sí mismo

“En la reconstrucción se puede observar una depresión en el lado izquierdo del rostro que podría corresponder al disparo que recibió el día anterior a su ejecución”, añade Froesch, quien recuerda que Robespierre fue atendido del tiro que le fracturó la mandíbula para poder ser guillotinado.

Fuente: ABC