El pasado 5 de setiembre, , un administrador de gimnasio de Tuggerah, Australia, celebraba tranquilamente el Día del Padre. Se sentía feliz. Estaba al lado de su esposa y sus dos hijos pequeños. Ellos se durmieron de tanto jugar y al observarlos recordó sus tatuajes: dos pequeñas manitos que lo abrazaban. Entonces decidió compartir su historia en y saludar a todos los padres que habían perdido a un hijo.

Brad Kearns contó que no tenía dos hijos sino tres. El primero se llamaba “Buddy” y nació muerto. Como promesa de que nunca lo olvidaría, decidió tatuarse sus huellas.

“Estas pequeñas manitas que se posicionan como un abrazo eterno. Estas son las manos de nuestro primer hijo. Su nombre era Buddy. No siempre iba a ser su nombre, pero parecía correcto en el momento que lo vi por primera vez. Él iba ser mi pequeño compinche. Las huellas sirven como recordatorio diario para mí”, escribió en Facebook.

Brad Kearns señaló que un año después de la muerte de Buddy no esperaba nada para el Día del Padre, pero fue gratamente sorprendido por sus amigos y familiares.

“Yo seguía siendo un padre, nunca dejé de serlo. El hecho que no pueda enseñarle pelota o jugar con Buddy no significaba que no era mi hijo. Por eso, en este día, saluden a esos padres que ya no tienen hijos”, dijo en Facebook.

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