Un militar sirio que estaba apostado en Palmira pero había abandonado la ciudad pocos días antes del comienzo del ataque del Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) intentó contactarse con sus excompañeros en cuanto se enteró de la ofensiva. Pero no obtuvo respuesta alguna.

En una nota publicada por el “The New York Times”, se relata que el soldado compartió su angustia por la suerte de sus excompañeros, que crecía a medida que recibía pequeños datos sobre lo que estaba pasando en la ciudad.

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Poco a poco se fue enterando de que estaban siendo masacrados por falta de municiones, ya sea en sus posiciones de combate o durante las desesperadas huidas que intentaban a medida que quedaban desprotegidos.

Los bombardeos del régimen de Bashar al Assad sobre la ciudad no ayudaban a quienes resistían, sino que sumaban más terror a los civiles que no podían huir. Finalmente, un mensaje radial recibido en los cuarteles generales del Ejército en Damasco expuso la situación de la manera más cruda: “Estamos acabados”.

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Sin embargo, para el soldado que cita NYT en su nota, lo peor fue otra cosa: pocas horas después le llegó una imagen de una amiga de 19 años, hija de un general, decapitada.

Palmira es la segunda ciudad importante que toma ISIS en cuestión de días, después de la caída de Al Ramadi en Irak. Los yihadistas entraron en la ciudad, desde la que se reportan ejecuciones de miembros relacionados al gobierno estatal y un clima de terror civil generalizado.

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Según contactos del periódico norteamericano en Tadmur (nombre árabe de Palmira), los oficiales del Ejército abandonaron a conscriptos y civiles a su suerte cuando se dieron cuenta de que no podrían detener a las milicias de ISIS.