Era el 14 de agosto de 1945 y el Ejército japonés acababa de capitular. Él, un marinero del Ejército de Estados Unidos que al día de hoy sigue siendo anónimo. Ella, una enfermera de la que no se supo su identidad hasta los años setenta. Se trataba de Edith Shain, que en el momento de la foto contaba 27 años. A los 91 años, Shain murió en su casa de Los Ángeles, aunque su imagen quedará para siempre en la memoria visual de todos.

Shain salía aquel caluroso día de agosto, como muchos otros, a celebrar el final del conflicto más brutal del siglo XX. Se encontraba en la multitudinaria plaza neoyorquina cuando un soldado ebrio de felicidad la tomó por la cintura y la besó apasionadamente.

El momento quedó inmortalizado por el fotógrafo de origen alemán Alfred Eisenstadt y, a los pocos días, la instantánea daba la vuelta al mundo en la página de la revista Life.

“El muchacho me agarró y yo cerré los ojos”, contaba divertida Shain hace unos años. A diferencia de lo que podía parecer, no eran pareja. “Le dejé besarme porque había estado en la guerra, luchando por nuestro país, y me sentí muy feliz de hacerlo”, relató la antigua enfermera.

El joven marinero desapareció tras su euforia. “Me dejó sola y yo me marché. Eso fue todo”. Esa es la historia detrás de una de las fotografías más icónicas y que se ha convertido con el tiempo en un alegato a favor de la paz.

En un comunicado, el hijo de Shain recordó que su madre siempre mostró su preocupación por los veteranos de la II Guerra Mundial. Durante varios días, cada año y desde 2004, en el mismo lugar en el que se tomó la fotografía se reúnen cientos de parejas para repetir y rememorar el momento. La propia Shain participó en algunos de estos encuentros.

Fuente: Elpais.com