Colombia, para combatir la inseguridad ciudadana, decidió crear una unidad de élite denominada Grupos de Acción Unificada por la Libertad Personal (GAULA). Uno de sus integrantes es el protagonista de esta historia.

Al menos 15 denuncias instauradas ante el Gaula de la Policía Metropolitana de Bogotá, a comienzos del 2012, fueron el punto de partida.

Las víctimas tenían un perfil común: Hombres adinerados, entre los 25 y los 50 años, que en sus perfiles de una red social publicaban con orgullo fotos de sus viajes por el mundo y de sus pertenencias costosas.

Todos se dejaron tentar por mujeres atractivas que, a través de internet, les ofrecían la posibilidad de tener una aventura amorosa, pero terminaron secuestrados, golpeados y atracados por la banda delictiva ‘los Castores de Brasilia’. Con la misión de resolver este caso, el Grupo Antisecuestro del Gaula acudió a uno de sus métodos más efectivos: La infilitración de sus investigadores.

Donjuán

Para empezar, varios de los detectives crearon perfiles falsos en la red social que era usada por ‘los Castores de Brasilia’ para cazar a sus víctimas. Hasta ese entonces, había algunas pistas: Una mujer, que se hacía llamar ‘Julieth’, era la encargada de lanzar el anzuelo. Luego, citaba a los hombres en las afueras del Hospital de Kennedy o del centro comercial Plaza de las Américas y, después de llevarlos a su supuesta casa, con la idea de sostener encuentros sexuales, aparecían sus cómplices. Ellos los golpeaban, les desocupaban las cuentas y hasta cobraban rescates a los familiares.

Los resultados se dieron pronto. La joven, de 19 años, que aparecía en el perfil como una mujer soltera que vivía con sus papás, cayó en la trampa. Un subintendente, que se hizo pasar por un acaudalado ganadero, fue el escogido.

El suboficial había creado una página a partir de montajes fotográficos que mostraban sus supuestos viajes a distintos puntos del planeta y sus carros lujosos. Por supuesto, Julieth lo aceptó en su grupo de amigos. Un día después empezaron a hablar por teléfono, y al tercer día se citaron en la localidad de Kennedy. Ella faltó a la primera cita, en su estrategia para analizar a sus víctimas antes de dar el primer paso. Pero un día después se dio el encuentro, frente al hospital.

“La invité a tomar algo, pero dirigí la camioneta hacia un punto en el que mis compañeros tenían montado un puesto de control. Fingí molestia por el retén y nos llevaron hasta un CAI”, cuenta el subintendente

Fue allí donde ella sacó su cédula y conocimos su nombre: Elda Julieth Artunduaga Rozo”. Sin embargo, ella fue capturada en abril del 2012, tras ir a cobrar un dinero por el rescate de un hombre al que le había aplicado su estrategia criminal.

“Mi táctica con ella fue ser todo un caballero. La trataba como a una reina y cuando ella se me insinuaba le decía que yo quería tener algo serio y que no iba a apresurar una relación”, recuerda el infiltrado.

Poco a poco, esa mujer se fue enamorando del falso empresario, pues su novio real, que era uno de los jefes de la banda, la golpeaba todo el tiempo. Fue tal el grado de confianza que esta muchacha terminó confesando su oficio oculto.

“Me decía que no quería que me hicieran daño y poco a poco empecé a sacarle información sobre los otros miembros de la banda y sobre los sitios en los que delinquían. De esa manera supimos que la base central eran miembros de una misma familia: Los Rodríguez Bernal”, relata el integrante del Gaula.

De hecho, algunos de ellos tenían rasgos faciales parecidos a los de un castor; de ahí parte del nombre de la banda; Brasilia (Bosa) se refiere a uno de los barrios en los que los criminales tenían sus centros de operación.

Con base en los datos recopilados por el infiltrado, el Gaula realizó a mediados del 2012 el operativo que concluyó con la captura de seis de los delincuentes, y hasta hoy se han producido al menos 10 detenciones más.

Fuente: Eltiempo.com