Los cinturones de castidad, que se remontan al imaginario de la cultura caballeresca medieval, y que servían al caballero que se alejaba por cruentas batallas, largos peregrinajes o cruzadas para estar seguro de la fidelidad de su consorte, tienen más de mito que de realidad.

En la Academia de Hungría, situada en el Palazzo Falconieri de Roma, se exponen estos días reproducciones de todos los tipos de cinturones de castidad bajo el título La historia misteriosa de los cinturones de castidad. Mito y realidad.

Observando de cerca de los cinturones de castidad resulta imposible imaginar a una mujer embutida en semejantes artilugios de metal pesados, duros y cortantes, algunos con agujeros estratégicamente colocados y otros sin ellos, cerrados con enormes candados, con los que ni siquiera podría caminar libremente, ni mucho menos sentarse.

Según Sebestyen Terdik, uno de los comisarios de la muestra, los metales producirían, sin lugar a dudas y con el pasar de los días, terribles heridas y profundas lesiones a la epidermis con infecciones vaginales o anales tendientes a agravarse hasta provocar septicemias, en momentos de la historia en que resultaría imposible curarlas.

Algunos de estos cinturones se expusieron en grandes museos, como el British Museum, que desde 1846 exhibía un original y acabó por retirarlo por considerarlo un falso histórico.

Las dudas de su uso real se apoyan también en el hecho de que entre los siglos XIV y XVI no se encuentra ninguna alusión a estos en la sátira erótica de Bocaccio, Bardello o incluso de Rabelais, que trataron la sexualidad de la gente común, los celos y las artimañas para engañar a cónyuges y a amantes.

Según investigadores, Venecia creó una leyenda denigratoria sobre Francisco II por utilizar para su mujer y para sus innumerables amantes cinturones de castidad, “un instrumento de tortura”, y por tanto era “un señor sádico perverso y tirano”, que legitimaba moralmente a Venecia a incorporarse Padua y a justificar el horrible crimen. El hecho de que Venecia definiera a su víctima como un “torturador” significa que el cinturón no era, desde luego, socialmente aceptado, comentó Terdik.

Fuente: Infobae