A lo largo de su historia, Chile ha sido golpeado por numerosos terremotos. De hecho, el más grande del que se tiene registro (de magnitud 9,5) ocurrió en la sureña ciudad de Valdivia en 1960.

La periodista chilena Carolina Robino, de la BBC, respondió a la interrogante: “Desde niños participamos regularmente en simulacros organizados en los colegios y aprendemos que mantener la calma y evacuar en orden es más seguro y eficaz”.

Precisó que un gran número de edificaciones cumplen estrictas normas antisísmicas que hacen más difícil que se derrumben. “No es que uno no se asuste, hay gente que les tiene pánico y sí huye despavorida. O peor aún, se producen muertes por infarto”, refirió.

Indicó que si el terremoto ocurre de noche y uno está acostado, se toma un tiempo para sopesar si vale la pena salir de la cama. De hecho, la mayoría de las veces no es necesario.

Anota que incluso cuando hay un terremoto la reacción puede no ser inmediata. Los sismos tienen distintas formas. A veces son ondulantes, a veces el movimiento es predominantemente vertical, otras horizontal.

“Cuando un sismo te sorprende en la calle, lo más sensato es buscar el lugar donde haya menos postes, cables, construcciones que puedan caer sobre ti”, remarcó.

Recordó que el terremoto de 8,8 grados del 2010, el más mediático que haya vivido el país, aumentó la conciencia sobre la importancia de seguir las instrucciones de las autoridades, saber cuáles son las vías de evacuación y cerciorarse de que uno tiene a mano una linterna que funcione.

Agregó que dicho sismo también acabó con varios mitos. Si antes se pensaba que lo mejor para protegerse dentro de una casa era pararse debajo del marco de la puerta, ahora se sabe que es preferible arrodillarse al lado de la cama, en el lado donde puedan caer menos objetos.

“No corremos no sólo porque estamos acostumbrados, sino porque creemos que sabemos qué hacer o porque a veces el movimiento es tan fuerte que apenas podemos caminar y correr es literalmente imposible”, precisa.

Fuente: BBC Mundo