Los padres de Charley hace diez años tomaron una difícil decisión: detener el crecimiento de la pequeña. Ellos se justifican, tienen un motivo para sustentar la polémica decisión y responden a sus críticos. Luego de conocer su caso, esta preguntará quedará rondando en el aire: ¿A qué estamos dispuestos por nuestros hijos?

Charley nació y estuvo casi una hora sin oxígeno. Esto ocasionó un grave daño cerebral: es ciega, padece de epilepsia severa y no podrá caminar o hablar. Solo podrá desarrollar las funciones de una bebé y sus padres, en la búsqueda de tenerla siempre a su lado, encontraron una solución polémica, pero que les aseguraba la posteridad.

Para que no crezca

Cuando Charley cumplió dos años, sus padres Jenn y Mark Hooper hallaron un tratamiento llamado “atenuación del crecimiento”, lo que les permitiría que su hija sea por siempre pequeña.

“El único tratamiento para detener el crecimiento son los parches de estrógenos, se ponen en la piel, los cambias una vez a la semana y la hormona ingresa al cuerpo y al torrente sanguíneo. Así se detiene el crecimiento, nada más. Sabíamos que habían muy pocas cosas a las que Charley respondería”, dijeron los padres, según recoge la BBC.


pinteres	Está ciega, padece de epilepsia y no podrá hablar ni caminar jamás. (Foto: captura YouTube)
Está ciega, padece de epilepsia y no podrá hablar ni caminar jamás. (Foto: captura YouTube)


Cuestionamientos y críticas

Las primeras críticas comenzaron luego que el caso se hiciera conocido. Se les cuestionó por decidir sobre el normal crecimiento de su hija e incluso, el gobierno de Nueva Zelanda se rehusó proveerle el tratamiento a la pequeña Charley.

Por ello los padres han tendido que comprar los parches de estrógeno en Corea del Sur. “Al final del día lo único que verdaderamente hemos hecho es mantenerla más pequeña. No hemos cambiado su potencial interno y todavía tratamos de encontrar maneras de comunicarnos con ella”, aseguró la madre.

¿Arrepentimiento?

Los padres de Charley no la tiene sencilla, después de la difícil decisión de tener una pequeña hasta el final de sus días u de soportar una serie de cuestionamientos, ¿queda algo para la autocrítica? Pues no. Solo una respuesta categórica, que deja a más de uno pensando en el rol que tienen frente a sus hijos.

“Fue un acto de amor”, dicen los padres y se justifican. Su hija los puede acompañar de viaje, su vida no es tan restringida como lo sería si hubiese crecido normalmente… terminan la entrevista con esta frase: “cero culpa, ningún arrepentimiento cuando se trata de evaluar este tratamiento. Hicimos lo mejor que podíamos hacer”.

Luego de leer esa respuesta, la pregunta que nos queda rondando, una y otra vez: ¿A qué estamos dispuestos por nuestros hijos?

Video de Charley, de diez años: