Desde varias horas antes de que el papa Ratzinger abandonara el Vaticano para trasladarse a Castel Gandolfo, cardenales, arzobispos obispos, sacerdotes, religiosas y numerosos laicos que prestan su servicio en el pequeño estado, con sus hijos y nietos, aguardaron en el patio de San Dámaso para despedirse.

El ambiente era de tristeza y emoción y ni los vistosos colores de la Guardia Suiza, de la que un piquete con bandera rindió honores, alegraron la espera.

Las lágrimas comenzaron a derramarse cuando el papa, apoyado en un bastón, apareció en el patio acompañado del cardenal secretario, Tarcisio Bertone, y sus colaboradores de la Secretaría de Estado.

La emoción era tal que el mismo secretario particular del papa, don Georg, no pudo contener las lágrimas y se le vio visiblemente emocionado.

Mientras tanto en la plaza de San Pedro, a escasos metros del patio de San Dámaso, miles de personas se congregaron ante las pantallas gigantes de televisión ubicada en la Columnata de Bernini, muchas de la cuales tampoco pudieron contener las lágrimas.

En el momento en el que el helicóptero en el que Benedicto XVI, despegó del helipuerto del Vaticano, los congregados en la plaza se despidieron de él con un efusivo adiós, entre lágrimas, y con pañuelos blancos en sus manos.

Fuente: EFE