Uno está en la base argentina Esperanza; el otro, en la chilena Presidente Eduardo Frei. Se llama Villa Las Estrellas y cuenta con escuela, oficina de correos, banco, biblioteca, iglesia y un hospital para las familias de los militares apostados allí.

Ventiscas de nieve que nublan la vista a menos de un metro de distancia, mares congelados que frenan el paso de los barcos y aviones que apenas traen suministros una vez al mes, son los días en la Antártida.

BBC Mundo tuvo la oportunidad de vivir de primera mano la experiencia que enfrentan los residentes de este paraje único y agreste ubicado a 1.500 km de la ciudad chilena de Punta Arena, donde las temperaturas en invierno alcanzan 35 grados bajo cero.

El congelamiento del mar en invierno y las malas condiciones climáticas en Antártica prácticamente paralizan el acceso de buques y aviones a esta base. Las noches llegan a durar 20 horas y las ventiscas son tan intensas que muchos se pierden en la nada incapaces de ver a más allá de sus narices.

Para vivir en el continente helado, todos a excepción de los niños, deben pasar pruebas médicas y psicológicas que determinen su aptitud para enfrentar el aislamiento extremo, lo que incluye someterse a cirugía para extirpar el apéndice y así evitar una emergencia médica que en esas condiciones podría ser fatal.

Los residentes antárticos enfrentan estados emocionales muy diversos a lo largo de su estancia. Todas estos factores se mitigan con actividades que tienen como fin último combatir el aburrimiento y la rutina, como la gran fiesta de disfraces de solsticio de invierno.

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