¿Quién no lo ha hecho alguna vez? Los restos de la leche del desayuno acaban desapareciendo por el sumidero del lavatorio de la cocina. Es un gesto casi cotidiano, pero también una forma ingrata de tratar el planeta y desaprovechar los recursos, según una investigación en Reino Unido.

Según los científicos de la Universidad de Edimburgo la leche desperdiciada crea cada año una huella de carbono equivalente a las emisiones provocadas por los tubos de escape de miles de automóviles.

Cada año se desperdician en Reino Unido cerca de 360 mil toneladas de leche, lo que genera emisiones de gases de efecto invernadero equivalentes a 100 mil toneladas de CO2., lo mismo que emiten unos 20 mil carros anualmente.

No es que la leche en sí misma contamine, sino las explotaciones ganaderas necesarias para producirla y después tirarla.

La investigación identifica otras formas en las que los consumidores también podrían ayudar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, como reducir la cantidad de comida que compran y luego malgastan.

También sugieren que la industria de alimentos podría reducir las emisiones mediante la búsqueda de formas más eficientes de utilizar fertilizantes.

Puede parecer increíble, pero los científicos aseguran que si disminuyera a la mitad la cantidad de pollo que se consume en Reino Unido y otros países desarrollados se podría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero equivalentes a retirar 10 millones de automóviles de las carreteras.

Fuente: ABC.es