El 13 de diciembre del 2013 la Policía arrestó en Santa Marta, al norte de Colombia, a Luis Gregorio Ramírez Maestre, acusado del asesinato de 30 mototaxistas en diferentes lugares del país que van desde el Magdalena Medio hasta la Costa.

Ramírez, que nació en Valledupar (noroeste del país), solo elegía mototaxistas entre los 19 y 30 años de edad. Ninguno medía más de 1.70 metros de estatura ni pesaba más de 60 kilos para someterlos fácilmente.

El asesino aprovechaba su carisma y su locuacidad para generar confianza. Pedía que lo llevaran en el mototaxi a un lugar cuidadosamente escogido, en las afueras de las ciudades. Aprovechando que iba en la parte trasera del vehículo, cuando el conductor se detenía lo sujetaba por la garganta y lo asfixiaba, teniendo cuidado de que no muriera, hasta que perdiera el conocimiento.

Arrastraba su víctima desmayada hacia la zona escogida, donde siempre había árboles, apropiados para sus macabros fines. La amarraba de pies y manos a cuatro árboles, suspendiéndola en el aire para que no pudiera tocar el suelo.

Una vez los mototaxistas recobraban el conocimiento, les amarraba otra soga al cuello y la colgaba de una rama alta. Para no ahorcarse, la víctima debía sostenerse con fuerza de las cuerdas que le ataban las manos. Según los análisis de los cuerpos efectuados por Medicina Legal, las víctimas podían durar hasta un día luchando por no aflojar las manos, pero al final el peso del cuerpo las vencía y morían por asfixia.

Todo ese tiempo Ramírez se quedaba sentado frente al moribundo, mirando. Una vez fallecía robaba sus pertenencias y la moto, que revendía fácilmente. En algunos casos enterraba los cuerpos. En otros, los dejaba hasta que eran encontrados descompuestos, días después.

Barrancabermeja (noroeste de Colombia) fue uno de los lugares donde sembró el terror. Allí se le conocía como el asesino de Tenerife por el lugar donde siempre dejó a sus víctimas.

¿Cómo cayó el asesino?

Un acucioso policía de la Sijin del Magdalena Medio, que investigaba esos crímenes, terminó por descubrirlo. El uniformado supo por los familiares de uno de los jóvenes asesinados que este tenía un celular de alta gama.

Se dio a la tarea de seguir el rastro de la señal con la esperanza de que el asesino se hubiera quedado con el aparato. No se equivocó. Los reportes le indicaron que había estado en Sabanalarga, Aguachica, Santa Marta, Valledupar y Puerto Wilches.

En todas estas ciudades la policía encontró reportes de mototaxistas amarrados y asfixiados. En total, contabilizó 30 asesinatos con las mismas características desde fines de 2011. Para el investigador era claro que se trataba de la misma persona y que estaba tras un asesino en serie.

Para diciembre de 2012, siguiendo el rastro del celular del joven asesinado en Barranca, el hombre de la Sijin instaló un retén cerca de Santa Marta y arrestó a Ramírez, quien tenía el teléfono móvil que lo inculpaba.

Al allanar el cuarto donde estaba viviendo, se encontraron las cédulas de otras víctimas que guardaba como ‘trofeos’. La Fiscalía le imputó los delitos de homicidio agravado tortura y hurto calificado y agravado. Ramírez aceptó los cargos y fue recluido en la cárcel Modelo de Bucaramanga.

Fuente: Asesinos en serie