Si bien Pakistán ha estado inmerso en constante fuego cruzado debido al terrorismo, el peor asesino no proviene de una secta política o defiende un dogma, sino todo lo contrario, se trata Javed Iqbal (1956), hijo de un empresario, estudiante de colegio de paga y dueño de una fundición de acero.

Iqbal, incluso, gozaba de popularidad y admiración entre sus vecinos, pues solía emplear a jóvenes sin hogar y huérfanos. Sin embargo, en 1999, Javed envió sendas cartas a la policía y a un periódico de Lahore en las que declaraba haber asesinado a 100 muchachos con edades comprendidas entre los 6 y los 16 años.

Cuando la policía fue a su casa a contrastar esas afirmaciones, se encontraron con una casa cuyas paredes tenían manchas de sangre, así como con cadenas sujetas al suelo. Era con esas cadenas con las que sujetaba a sus víctimas antes de proceder a estrangularlas. Posteriormente las descuartizaba, las echaba en barriles de ácido clorhídrico y tiraba los restos introducidos en bolsas de basura a un río cercano.

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En el gran patio de la casa había dos barriles de ácido con restos humanos descomponiéndose en su interior, y tenían un cartel que decía:

“Estos cuerpos no han sido eliminados con el propósito de que la policía los encuentre”.

Un mes más tarde, el 30 de Diciembre de 1999, Javed se entregó en las oficinas de un periódico, puesto que temía por su vida si se entregaba a la policía.

A pesar de que en su casa se había hallado un diario donde describía detalladamente los asesinatos, él se declaró inocente

El 8 de Octubre de 2001 Javed fue encontrado muerto en la celda que compartía con uno de sus cómplices, Sajid Ahmad, quien también estaba muerto. La causa oficial de la muerte es que se ahorcaron con las sábanas de las camas. Una autopsia reveló que los cuerpos habían sido salvajemente golpeados antes de la muerte.