Dentro de los círculos tecnológicos desde hace mucho tiempo es una leyenda. “Me han llamado paranoico, esquizofrénico, el niño salvaje de Silicon Valley”, reconoce. Pero él tiene una perspectiva diferente: “Soy un empresario que siempre ha sido curioso y disfruto resolviendo problemas”.

De vuelta en Estados Unidos, planea neutralizar el sistema cibernético de vigilancia de la agencia de espionaje electrónico estadounidense, la NSA.

A pesar de su acento sureño, el empresario teñido de rubio y barba de chivo es mitad británico, hijo de una mujer inglesa que conoció a un soldado norteamericano destinado en Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial.

“Me siento tan británico como estadounidense”, dice McAfee. “No hay mucha diferencia entre nuestros países”.

De joven llegó a Virginia, donde tuvo una infancia problemática: su padre era un alcohólico que se suicidó cuando McAfee tenía 15 años. Él mismo no tardó en comenzar a beber en exceso y consumir drogas, pero que se las arregló para mantener una prometedora carrera académica.

A pesar de sus problemas, McAfee logró conseguir un trabajo con el contratista de defensa Lockheed Martin, donde trabajó en un programa de reconocimiento de voz secreto. “Prefiero confiar en mis propios recursos y pensamientos que en el software de otra persona”

Allí se encontró con un inusual código autoreplicante, diseñado para copiarse a sí mismo en cualquier disquete insertado en computadoras infectadas. Cuando se examinaba, contenía el mensaje: “Bienvenido a la mazmorra. Cuidado con este virus”.

Su primer contacto con el virus Pakistani Brain lo dejó fascinado. Diseñó una forma de desinfectar las computadoras y luego extender la cura a través de un sistema de tablón de anuncios, un precursor de la red.

El reto lo inspiró a crear un negocio propio: McAfee Associates, una empresa que más tarde se vendió a Intel por más de US$7.600 millones. “Sabía que este campo se convertiría en algo muy grande porque conociendo como es la naturaleza humana siempre habrá hackers”, dice.

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