El escritor, lingüista y periodista, Eloy Jáuregui, tiene una visión bastante “realista” (como él la califica) de Lima. Cree que kit del asunto está en que no existe una identidad, que la capital fue invadida por los inmigrantes y que por eso no la queremos. A sus 58 años, ha visto el repentino cambio de la ciudad en la que todos tratamos de “sobrevivir”.

El tema ‘Lima de veras’ de Chabuca Granda recitaba algo así como “Bella verdad, mi inspiración, la Lima antigua que se va”. ¿Cuánto queda de esa Lima?

Yo creo que no queda nada. Es otra capital, es otra urbe, es otra ciudad. La buena Chabuca Granda en una etapa de su creación agarra nostalgia por la capital virreinal, la de la colonia, la de las casonas, la del Centro Histórico, la de Barranco, pero hoy ya no existe esa Lima.

¿Cómo es Lima ahora entonces?

Es una urbe totalmente desarticulada, amorfa, sin estilo, sin diseño, que se ha ido construyendo casi como un tumor oncológico que se ha ido añadiendo hacia los costados, por eso Lima es una ciudad con servicios caros, que al no estar planificada se ha expandido en el medio del desierto.

Entonces no hay una sola Lima

Según la teoría de Rolando Arellano, de Arellano y Marketing, hay cinco Limas. Y cada una es diferente de la otra. Lima es la capital de la sierra, o en todo caso Lima es la capital de los serranos. Pero no lo digo con ánimo racista, sino con el fin de explicar cómo esta ciudad ha sido invadida por migrantes, básicamente de esta zona del Perú.

Es decir que no hay limeños de pura cepa

Estamos viviendo en una ciudad donde los limeños son de cuarta generación, sus ancestros han sido provincianos, pero sus hijos han nacido aquí. No hay un anclaje químicamente puro. Es por eso que la gente no quiere a la ciudad, por eso la maltrata, la ensucia, la destruye, no la respeta porque no es su ciudad. Por eso que los limeños de pura cepa no existen más.

¿Y cómo era ese limeño de antaño?

El limeño era como decía Antonio Cisneros, conversador, dicharachero, tenía sentido del humor y sobre todo era chismoso. La gente se conocía. Cuando Lima tenía dos millones de habitantes, los miraflorinos se saludaban cuando se cruzaban por la calle, eso es lo que me contó Julio Ramón Ribeyro. Hoy, si sales a la calle, no conoces a nadie.

¿Y cómo recuerda la Lima antigua?

Yo soy un limeño que tengo más de 50 años y me he dado cuenta cómo ha cambiado la ciudad. Desde que yo viajaba en el tranvía con mi familia hasta ahora. Y la ciudad ha cambiado para mal. Por ejemplo, el río Rímac es un botadero. Si tú vas a Santiago vas a ver el río Mapocho bien canalizado, con parques. Entonces no hay gracia en esto, por eso cuando la gente tiene, lo primero que hace es arrancar de aquí.

Y existe alguna forma de crear una identidad limeña

Es bien difícil porque es una mezcolanza, porque Lima es una suerte de lo que es el Perú. Una ciudad multicultural, pluriclasista, no hay una identidad. No sé si sea necesario tener una identidad, lo que si es necesario es tener una ciudad ordenada que no la hay. Tenemos esta ciudad donde sobrevivimos todos, cuidándonos, mirándonos que no nos asalten.

¿Cómo viviste esa Lima de antaño en el distrito de Surquillo?

Es un barrio de obreros, de operarios, ahí vivían los gasfiteros, los zapateros. La suerte fue que mis padres tuvieran una librería en el Centro de Lima y eso me permitió conocerlo. Yo me salvé, no tengo vecinos en Surquillo, no surgieron. Hace poco fui con mis hijos al barrio y está igualito. La gente sobrevive. Cuando necesitan mano de obra llaman a los surquillanos.

¿Te consideras de esa clase de limeños extintos?

Claro.

Por: Oscar Guerrero (@oscwarrior)